lunes, 2 de junio de 2008

La vajilla

Mi madre es una mujer típica, navega de aquí para allá satisfecha de tener su casa, su marido y sus hijos. El complemento que la hace una mujer común es su religión, adoptada por mi abuela y mal aprendida por mi madre, cuando era niña no me salve del bautizo, la presentación, la primera comunión, los afamados xv años y aquellas ceremonias que refrendaban la autenticidad por medio de una religión mal parida.

Con semejante educación se llega a creer en un ser superior, en la idolatría y la alabanza para alcanzar alguna buena virtud y trasmitírsela al mundo, sin embargo la fe (en todo aspecto) con el paso del tiempo cuando no se enraíza de manera concreta se quiebra, entonces uno crece con la desilusión de que Dios no existe pero no-solo eso, lo que se descubre es: la desilusión, el descubrir verdades que se disfrazan -qué se debe decir pero que nunca se dice- y uno las descubre para decir: “Que jodida es la vida”. Desde los días de mis amargos hallazgos y desilusiones no encuentro un canal comunicativo con la gente común (gente que cree en los reyes magos o cuentos de hadas) incluida mi madre, cada vez que en la hora de comida hablo acerca de los sacerdotes pederastas ella me comenta que en la iglesia un muchacho se acaba de hacer sacerdote o por ejemplo cuando le digo que quiero un libro ella (toda emocionada porque al fin encontramos algo en común) saca de su bolso el ultimo ejemplar de la revista “Dios es mi salvador”.

Nuestros lenguajes son distantes me desconoce y la desconozco sin embargo existe un punto donde convergemos, es cuando la miro en silencio y ella habla de cómo le fue en su día o cuando sonríe, ella es bonita como una luciérnaga, en esos días en donde ambas estámos iluminadas por un silencio en común ella prende su stereo, pone un disco de acetato y me dedica canciones, yo le presto libros de Simone De Beauvoir o de Boris Vian despues busca en sus muebles de madera la vajilla que guarda para ocasiones especiales y pone la mesa más bonita en honor a nuestros buenos ratos.


7 comentarios:

Sirena dijo...

pues sí, casualidades... algo similar me pasa con mi mamá. Saludos

El Señor Conejo Feliz dijo...

Hola. Buen gusto el tener un stencil de Banksy en tu blog.

Tal vez debas leer a Blondel, no lo se, pero tal vez.

Anónimo dijo...

nena

no dejes de escribir, tienes un talento " nato " debes de explotarlo al maximo...... yo que tengo la suerte de conocerte.. trato de absorber lo positivo de ti........

La guapa dijo...

Srita de los pies: Esto de las mamaces, complicado quererlas tanto.

Conejo Feliz: Bansky es mi grafitero favorito, la que más me gusta es una niña que pintó en el muro de Cisjordania, bueno en realidad es mi favorito, que bueno que le gusto y en cuanto a Blondel...bueno sí lo leere. Gracias por la sugerencia.

Anonima preciosa:

Gracias,gracias! No aprendas lo bueno de mí sería aburrido y entonces dejaria de pasarmelo pervert contigo. Muchos abrazos y te quieros.

Unknown dijo...

Guau, creo q no habia conocido a alguien que contara algo tan naturalemnte, que la vdd no se si es real o no, de cualquier forma que chidos parrafos y espero q no se queden ahi, deberias compartir tu talento con mas personas.

Juan Manuel Escamilla dijo...

Joder con los desencuentros, con la verdad anulada por la experiencia.

¿Qué será que hay días en que,
no te enteras, ya te digo que no te enteras,
se diluyen, sin más, las certezas?

Un día, así,
cualquier día,
carajo, un puto día,
sin más,
que se parece a todos,
que es cualquiera,
alguien duerme allá,
otro mira la misma lluvia que yo, con un cigarro prendido a la boca,
ella duerme a su lado, él la mira a veces, casi enamorado,
y un puñetero día, carajo,
¿por qué ese día llega?,
vas por la calle y,
no te enteras,
sacas la caja de cigarros,
no te das cuenta, ya lo digo,
y de la bolsa,
¿por qué la llevabas ahí?,
cae
una
certeza.

De pronto.

Volteas al piso, carajo, ¡lo peor es eso! La ves disolverse en la lluvia. No das crédito a tus ojos. Otra más. La anterior, los Reyes magos, se quedó un día sobre el osito que abrazabas con tanto cariño, sin el que no podías dormir. Ese que tenía una bolsita, una mochila, muy chula. Allí te la dejaste un día, la certeza de los Reyes magos.

Y creciste. ¿Por qué creciste?

La ves luego, a los veinte años, que sigue allí, en la bolsita donde la dejaste a los siete. Y te entra una tristeza que haría llorar a un cacúmen, a un mezquital.

Y ahí estás, cansado, sin otra certeza. Raída llevas la frazada que cubría tus miedos. Sin otra certeza, ¿no es lamentable, terrible?

***

Tu entrada anterior me recordó cierto poema del Oli Girondo. Te lo copio:
Llorar a lágrima viva


Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.

Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.


Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Unknown dijo...

vaya, que lindo ... =)