Una ventana me mira, me acerco, pero no puedo tocarla. Sigue mirando, ahora con más fuerza, yo también la veo, pero molesta, comienzo a gritarle para que deje esa curiosa compasión.
¿Que me ves?
¿No tienes otra cosa que hacer?
¡Vete a molestar a alguien más!
Ella desconcertada por mis gritos y lágrimas corre sus cortinitas, y me muestra un infinito apacible, sus cristales se abren y por ellos pasa una brisa de aire cálido, un aire que no puede provenir de este mundo desquebrajado.
Yo creo que alguien pensó en mi.