martes, 2 de diciembre de 2008

Las cinco emociones

Advertencia: Este es un post muy largo, no ofrezco cosas bonitas si lo terminan de leer. Suerte.
El miedo
Es una emoción vitalmente útil. Estado de alerta que aumenta nuestra conciencia cuando estamos en peligro. El miedo nos alienta a prestar atención a lo que sucede y un sentido del miedo bien afilado nos permite mantener un equilibrio dinámico en un mundo inevitablemente inseguro e imprevisible.
Pero estas señales se apagan al generar pautas que niegan y suprimen nuestros miedos o al no prestar atención a las señales específicas del miedo, esa energía se difumina en una paranoia generalizada.
El miedo a perder lo que tenemos nos congela en una muerte en vida para protegernos del dolor de la vida real, del cambio dinámico de la realidad. Aferrándonos a la vida tal como la tenemos, nos negamos a un presente y a un futuro vibrantes. Lo que hace un buen actor es trasformar su miedo en su compañero dinámico y natural, la excitación y la energía resultantes infunden a la acción una emoción de riesgo, de aventura, de bailar en el límite. El miedo correctamente canalizado produce acción, entrega, con los ojos bien abiertos.
La Rabia
Reacción protectora de la integridad ante la invasión de nuestros límites personales. Es un *NO* a un mal o a una violación. Señala limites y levanta barreras. Es rápida, clara, no necesita explicación. No hay nada más limpio y claro que la rabia apropiada. La rabia autentica es específica y justificada, su franca expresión pone al descubierto la incorrección y defiende la integridad en beneficio de todos.
La rabia interiorizada y contenida es pandémica en nuestra sociedad y sus concecuencias son la catastrófica violencia en casa, el delito violento, todos tipos de agresión inmotivada, las guerras en todos los niveles, la constante destrucción. Es la emoción menos permitida, la más desaprobada en nuestra sociedad y por lo tanto la más reprimida.
La autentica liberación de la rabia suele llevar a un sentimiento de compasión porque uno pasa del enfado ante la violación a una valoración comprensiva de las causas que movieron a la persona a invadir nuestros límites. Y la propia rabia puede ser una forma adecuada de compasión.
La tristeza
Es la liberación, el abandono emocional. La tristeza duele porque supone separarnos de aquello a lo que estamos apegados. Nos conecta con el centro de nuestra vulnerabilidad y con los afectos primarios que constituyen el entramado de nuestra experiencia. Es una energía de distensión, una tormenta que descarga la tensión y esclarece el aire. Es una vibración caótica en las células que produce una catarsis curativa escencial para la fluidez y elasticidad de nuestro ser. Es el medio trasformador que nos permite ablandar nuestra rigidez, diluir nuestro anhelo de seguridad y garantía respecto a la inevitabilidad del cambio y la necesidad de crecimiento. Solo es posible la alegría verdadera mediante la aceptación de la tristeza inevitable.
La alegría
Es la energía expansiva del bienestar dinámico. Nos eleva, nos vigoriza, nos hace brillar los ojos, le da armonía a nuestro paso, ilumina todo nuestro ser. Viene cuando nuestra energía emocional fluye libremente en una dinámica de relaciones apropiadas a nuestras experiencias.
Esta emoción viene sólo cuando el temor, la rabia y la tristeza fluyen. A veces la confundimos con una "felicidad" socialmente aprobada que pone una especie de cara feliz en todos nuestros actos.
La alegría nos es tan escencial como las demás emociones. Es curativa, restauradora, nos anima a asumir aquello para lo cual estamos hechos. El poder del humor nos permite ver las cosas con franqueza, reconociendo lo poco que sabemos, lo falibles que somos, que lejos estamos de la perfección o acabado. El humor nos permite esta comprensión por un momento. También nos libera de ataduras solemnes y es esta libertad de apegos, esta carencia de deseos y de nostalgia lo que constituye la verdadera alegría.
La Compasión
La compasión nace como el fruto del miedo, de la rabia, de la tristeza y la alegría. Cuando uno conoce estas emociones en su vida cotidiana, entonces puede sintonizar con ellas en la vida de otras personas, y comenzar a darles precisamente lo que necesitan. La compasión no es siempre un abrazo; a veces es como una palmada en la cara. Supone ser capaz de sentir lo que la otra persona está sintiendo, a la vez que permanece lo bastante objetiva para ver lo que necesita y reaccionar en forma adecuada. Usted puede sentir dolor, alegría, el temor del otro, pero no es el suyo; se trata más bien de que la emoción lo conecta con la otra persona.
La compasión supone reconocer las emociones que operan en otros y responder adecuadamente a ello. La compasión es como el camaleón: puede usar la cara del miedo, de la rabia, de la tristeza, de la alegría, e incluso de la indiferencia, según lo requiera la situación.
El compasivo Buda tiene una sonrisa en un ojo y una lágrima en el otro. El malentendido común es que la compasión significa sentir lástima por la otra persona, pero estos sentimientos generalmente no pasan de ser sentimentalismo.
Se puede decir que la compasión es la ausencia de emoción de la cual toda emoción fluye, así como la quietud dinámica es la fuente de todo movimiento.
Feliz Año nuevo. Hasta el 2009.