domingo, 26 de julio de 2015

Demencia Kafkiana

Desde hace un par de meses, a las diez de la mañana se escucha como rascan el techo de mi departamento, tiran cosas, caminan, vuelven a tirar cosas y rascan. Sabiendo que no era común y tampoco humano poco a poco descubrí que mis vecinos habían adoptado una mascota. El animal sin rostro y sin forma para mí camina abandonado por el departamento de mis vecinos. Algunas mañanas aúlla con demencia. Fue cuando sospeché que era un animal grande, deduje que su raza era parecida a la de un lobito. 

Auuuuuu, auuuuu, se escucha al menos tres veces por semana. Debido al escándalo comencé a poner atención a mis vecinos, sus rostros y sus formas me desagradan. Sé que le gritan al perro ¡Cállate! ¿Por qué hiciste eso? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Ah, eso no se muerde! ¡Bájate! Su desesperación con el animal los ha vuelto descuidados y casi no lo sacan a pasear, los ruidos en su departamento incrementan todos los días. A veces hay silencios y es cuando pienso que lo mataron o se lo comieron. Antes de la mascota era un niño, hijo de mi vecino veiteañero, se escuchaban los mismos gritos ¡Cállate! ¿Por qué hiciste eso? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Eso no se muerde! ¡Bájate! El niño y la mamá terminaron por mudarse del lugar.


El perro resultó ser hembra, una lobita que no distingue el día de la noche. Una vez iba entrando a mi edificio y por primera vez (luego de muchos meses) la vi, es un animal blanco, grande y me miraba entrar por el patio, le tomé una foto para demandar a mis vecinos por maltrato. Desistí. Los lunes en el edificio las personas se levantan a las seis de la mañana, abren sus regaderas, encienden sus coches, azotan sus puertas, se dan los buenos días "Si, que tenga buen día" "Gracias" "Ya me voy a darle". Abren el zahúan y se van. Entre once y cinco de la tarde solo estamos en el edificio la perrita y yo, cada una en su lugar. Ella rasca el techo de mi departamento (su suelo), los días son una rutina donde descubro que encuentra mejores formas de distraerse que yo. He notado como mira por su ventana, yo prefiero cerrarla. Un día se me ocurrio hacer ruidos, tomé la escoba y le pegue a mi techo -pinche demencia- pensé. El animal no respondió. Otro día que no había nadie en el edificio salí en pijama al patio y le aventé cosas en la ventana con la esperanza de que se asomara, no pasó nada. Mis intentos por contactarla son inútiles, tal vez está conforme con estar encerrada y no quiere ser molestada. Creo, en eso nos parecemos.

Me he propuesto escribir un anecdotario de sus pisadas, su crecimiento, su encierro, pero desisto, nuestro contacto es por el techo de mi casa y prefiero que siga así, a mí también me harta su encierro. Yo por lo menos busco trabajo, veo la tele, bebo, ando desnuda por la casa, escucho música. Vaya, tengo motivos para no salir, ella que siga con sus ruidos, con suerte un día logre escapar.