lunes, 23 de diciembre de 2013

Un tambor y un 2013

María es el personaje secundario de una película. A los dieciséis una anciana polaca la lleva a vivir con un alemán viudo, mucho mayor y con un hijo que podría ser hermano de la chica. La historia no es sobre ella, pero sus coqueteos con el hijo y el padre la dejan embarazada. Mientras la película avanza el hijo intenta matarla, pero falla y en el apogeo de la segunda guerra mundial decide enlistarse en el ejército y partir. El hijo (a quien llamaremos Oliver) vuelve después de tres años regresa a la casa paterna y lo recibe una María de 23, joven y espléndida, pero ensombrecida por la rutina y el cansancio que te deja tener niños y cuidarlos.

El personaje (sólo aparece en el último cuarto de la cinta) tenía dos singularidades que hoy me traen de vuelta a este blog: era pobre y joven. Resguardada por su viudo alemán no sufre los horrores de la guerra, pero a cambio el reflejo de una ancianidad prematura la ensombrece. Una vejez parecida a la de los treinta años.

El 2013 se acaba y es la primera vez que agradezco que un año se termine. Me veo casi pegada al calendario contando los días con una manía digna de no creerse. Cuando me sucede algo así la única salida posible es mi psiquiatra de cabecera Juana la loca, pero sus dosis ya no surten el efecto deseado, paso de los estados de ánimo más efusivos a los más abismales. De este año lo más revelador es contemplar que cumplo a cabalidad todas las características de una SEÑORA. Limpio, cocino, hago el amor, soy fiel y (hasta ahora) mantenida. No me salvo de esos discursos, y cuando el señor de las sincronizadas me va a cobrar, duda en decirme "muchacha" o "señora". A ese nivel. En el film María fue un acontecimiento, un espejo de ese vivir demasiado rápido y cansarse igual de rápido. No es que este mal, pero este año en particular ha sido evidenciar a detalle lo desconectada del mundo, lo ajena que soy a él y lo que ajeno que es él para mí.  Bajo ese contexto tenemos que María es pobre, un cuadro que se vuelve mucho más desolador porque no es lo mismo ser pobre (económicamente) a los 23 que a los 30. Uno tolera menos las sofocantes responsabilidades: a los padres, a los amantes locos, los excesos, el trabajo, la gente, las hipocrecias, las fiestas, etc.

Son terribles los discursos que rodean los treinta años y en este 2013 se agudizan. Desde el más común que se dirige al éxito, hasta el amor, pasando por el cuerpo. Uno no puede ser como se le pegue la gana, hay un sociedad que nos presiona para entender que somos lo que no queremos. Un desconocido afirmando que tienes un trasero terrible, otro desconocido que te dice "yo a los treinta ya vivía solo y había viajado por Europa" y otro más que te dice "ama de casa".

La película tiene un final drástico para María, con dos hijos y finalizando la segunda guerra mundial sube a un tren. Ella luce aún sensual, pero su aspecto de madre agobiada deja en el olvido cualquier rasgo de sensualidad. Su caminar es suplicante, su espalda está jorobada y viste de negro pues los rusos han baleado a su viudo alemán. Ella está sola.

Y sí, al final los treinta casi no se sienten, uno no le cuenta a nadie, uno agudiza su estado perpetuo de soledad...y ya.

viernes, 19 de julio de 2013

Éblouie par la nuit

Ayer leí las peroratas lastimeras que escribo en la intimidad y de verdad a veces lamento no hacer nada interesante de eso. Mucha queja, mucha, y pensé que era momento de escribir las cosas que me hacen bien. La idea de hacer un blog era dejar testimonio de aquellas aventuras geniales, de aquellas situaciones que lo dejan a uno frío o las cosas que conmueven, por eso el nombre de Insolencia, porque la idea era escribir cosas que le faltaran al respeto a usted, mi querido lector (a). Tal vez en algún momento hasta provocadoras, en lugar de eso se ha vuelto una queja lastimera de una señora que no agarra el hilo de la vida (y bueno nadie tiene el hilo de la vida) Demasiado control o autocontrol o respeto, o qué se yo. El punto es que creía que la tristeza vendía, pero ya no es negocio y parafraseando a una querida conocida "Me gusta hacer llorar al niño Dios".

Aventura genial del día:

Mirarse en unos ojos y preguntar
¿Confías en mí?
Y que la respuesta sea:
-Totalmente-

¿No parece genial?

Pues después de dos semanas de sentir que no le importas ni a tu gato y chutarte frases venenosas de gente a la que supuestamente deberías importarle, eso fue lo que ha inclinado la balanza al lado blanco de la fuerza y si aún así no parece genial, pues Wuebos.

Ahora nada más falta asaltar a alguien para que me de un abracito. Así es esto de la vida, uno tiene que curarse y hoy me cae que la sonrisa está a todo y qué gusto que sea en la noche y a solas para que nadie me la robe.

jueves, 18 de julio de 2013

Pequeñas imperfecciones

La memoria está a cargo de la operación cosmética del mundo; matiza, elimina, desdibuja, realza...Y entonces llega ese día en que abrimos sin querer una puerta y todo lo encontramos pálido y desabrido, como una actriz insulsa antes del maquillaje.
Luigi Amara


He esperado mucho tiempo para ir de viaje, me parece que ha sido suficiente y comenzaré a suprimir de mí aquellos anhelos incumplidos. No habrá viaje. Nunca nada nadie, leí una vez. El salir y correr por alguna calle de Roma, ir a Amsterdam, montar un elefante en India o un camello en Marruecos se van ahora mismo de aquí. 

Una vez entrevisté al escultor Javier Marín, las preguntas eran dirigidas para entender su paso por instituciones de educación pública y entender cómo había logrado tanto éxito y cómo había hecho para posicionarse  en las galerías internacionales. Él respondió que había padecido asistir a escuelas públicas, que en provincia era un mundo distinto al del DF y que ingresar en la UNAM para él fue un error. Sin embargo comentó que no se arrepentía, que los caminos de la vida lo habían llevado por ahí para formarse y ser quien era. También le pregunté sobre ser escultor y si alguna vez quiso ser otra cosa, él respondió que quería ser trapecista y que llegó a intentarlo pero que no se logró ¿te frustraste? -le dije-, "lo que he dejado de hacer, lo he dejado de hacer felizmente", me dijo.

Desde esa entrevista en 2010 la frase me ha gustado de sobremanera "lo que he dejado de hacer, lo he dejado de hacer felizmente", por eso hoy ese anhelo se va. También el libro de Daniel Espartaco Autos Usados habla sobre aquellas aspiraciones que frente a nosotros parecen grandes, pero que en el macrocosmos de la realidad son bisutería. Después de que me hablaron del libro me preguntaba sobre esos anhelos y aspiraciones, sobre las ganas de realizarlos ¿para qué? ¿qué nos motiva a alcanzarlos? ¿ego? ¿reconocimiento social? ¿autoestima? Puede ser que todas juntas, puede ser que sólo sea un mero capricho. De lo que si estoy segura es de que no pasa nada si las dejas ir. Hablo de esa aspiración porque es la que más atesoraba, hablaba de ella con tanta energía frente a la gente que parecía contagiar mi entusiasmo. Ahora más bien escucharé a amigos cercanos hablar de sus viajes, los felicitaré y guardaré silencio, ya que cuando ese comienza a aparecer es sinónimo de una profunda transformación.

Otro de los anhelos a sacar es esta imperiosa necesidad de estar con alguien y que ese alguien me nombre. Hace tiempo lo había logrado y había decidido estar sola, pero unos ojos llenos de mundo, una delicadeza y elegancia de caminar, unas manos alargadas y un colibrí me hicieron sacar mi anhelo empolvado ¿qué más da? -me dije- y ya, pero asuntos así se deben hacer fríamente, cada movimiento debe ser sutil, detallado, pero sobre todo: pensado.

¿Qué mas da si soy la Puta, la Novia, la Amiga, la Amante, la Madre, la Nada? Soy todas y ninguna, soy la que cambia con el tiempo y se acomoda a las circunstancias, la que vive sin preocuparse por pagar la renta, la que vive lejos, la errante, la boba, la sentimental, la descuidada, la ilógica, la apasionada, la peleonera, la promizcua, la semireligiosa, la moral, la que puede dar un faje pero también un gran amor, intenso, duradero y estable.

Los anhelos son una burla hacia nosotros mismos, una esperanza para cambiar nuestra vida o querer cambiarnos a nosotros mismos. Prefiero apostarle a lo real con todas sus imposibilidades: al amor sin títulos, sin dueños, a la vida, aunque sea una actriz insulsa "antes del maquillaje".






viernes, 12 de julio de 2013

Un secreto

Después del último pleito, debo confesar que...


-No quiero ir a su casa-

Un hada en mi casa



Y se le quemó la colita...del vestido

miércoles, 10 de julio de 2013

Lo que no olvido

El día que tenga una hija le cantaré esta canción:



Y le haré sentir que es hermosa, se lo diré y la amaré, aunque quiera ser policía.

lunes, 8 de julio de 2013

Stand by

Pues de nuevo a retomar el blog y a divagar en la escritura...
pero antes a buscar trabajo.

jueves, 6 de junio de 2013

Autogol

Nací en Guadalajara.
Mis primeros padres fueron Mamá Lupe y Papá Guille.
Crecí como trébol de jardín,
como moneda de cinco centavos, como tortilla.
Crecí con la realidad desmentida en los riñones,
con cursilerías en el camarote del amor.
Mi mamá lloraba en los resquicios
con el encabronamiento a oscuras, con la violencia a tientas.
Mi papá se moría mirándome a los ojos,
muriéndose en la cámara lenta de los años,
exigiéndole a la vida.
Y luego la ceguez de mi abuelo, los hermanos,
el desamparo sexual de mis primas,
el barrio en sombras
y luego yo, tan mirón, tan melodramático.
Jamás he servido para nada.
No he hecho sino cronometrar el aniquilamiento.

Como alguien me dijo alguna vez: Valgo Madre

-Ricardo Castillo-

sábado, 13 de abril de 2013

Nota del autor.

Tengo un odio tan grande que quisiera quedarme...

viernes, 12 de abril de 2013

Una luz descalza


Generado por nosotros mismos, el deseo cobra vida propia para luego sobrepasarnos. Su abrumadora presencia, observadora en todo momento de nuestros pasos, se cierne sobre nosotros esperando la ocasión para doblegar nuestras piernas y ponernos de rodillas. Así está la cosa.

Los budistas aconsejan tener la suficiente fuerza de voluntad para desprenderse de él, pero antes de tomar ese paso, el deseo cobra distintas formas.

Una hombre no muy guapo, inseguro y acomplejado se cruzó por mi camino. Su vida atravesaba por un periodo de soledad, la última novia que tuvo y él habían terminado de forma dramática. Como todo proceso de adaptación buscaba una amiga, en realidad buscaba a alguien y ya. Jamás me sentí atraída por él de inicio, su baja estatura me cohibía, pero qué agusto se platicaba con él, hablaba mucho conmigo de cualquier cosa, como si tuviera una necesidad de reflejarse, de existir, de saber que en algún lugar del mundo tenía cabida y que su vida seguía. Yo, que nunca he sido grosera, aveces me aburría de lo colgada que podía ser una explicación de un tema simple, pero advertía que él lo necesitaba y yo lo escuchaba con atención, como suelo ser con las personas.

Las conversaciones se fueron haciendo más cotidianas, hablar con él se convirtió en un alimento necesario para el alma, pues cuando era mi turno, respondía con la misma atención y paciencia que yo le brindaba, nos necesitabamos, sin saberlo. Después supe que era un escorpio encantador y sumergirme en la profundidad de esos seres se volvió una excursión deliciosa. Mis visitas a su casa/oficina se comenzaron a volver recurrentes. Dejaba a mis amigos, mis cosas, mis tareas e iba y le platicaba a él de mi día, de mis clases, de la gente, de los libros, del amor, de la amistad, de todo. Muy pronto su cubo/oficina nos quedó pequeño, salimos a comer, luego a desayunar, luego simplemente saliamos juntos, mirandonos con una bella complicidad. Si algo llevo en mi corazón, son esas miradas. En la noche, cuando llegaba a mi casa, todavía chateabamos y así mi corazón y mis ojos comenzaron a desearlo.

Los meses más dulces que he vivido fueron con él, su presencia era algo inagotable. Ya lo deseaba, ya me gustaba y su baja estatura, cuerpo redondete, cachetes y cicatrices se fueron convirtiendo en mi adoración. Todos los días pásabamos tiempo juntos, sólo nos faltaba dormir en la misma cama.

Como su buena amiga y confidente sabía que su vida sexual seguía, que cada fin de semana se iba a echar su desmadre y cogía (vaya que sí) con todas las faldas que se le cruzaban. Llegaba el lunes y omitía contarme sus aventuras, hasta que se lo pedí y él accedió. Sin estar enamorada de él, me entretenía demasiado sus relatos de ligue y seducción. Mi cabeza siempre generaba ideas para ponerlas en práctica con mis amantes, aunque siempre las cosas se me salían de control. A cambio yo le contaba mis historias de desencanto, él se reía y me pendejeaba, con la confianza de alguien que te quiere un chingo. Después hasta me decía, hazle así y así y verás. Era divertido porque funcionaba, eso también me gustaba de él, su cinismo.

El día que con cierta timidez en su carro me quiso agarrar una pierna lo atesoro para bien. Después de sus historias me costaba trabajo creer que agarrarme una pierna fuera tan dificíl, pero yo tomé su mano y la puse sobre mí, él me miró y sonrió. El deseo entre nosotros ya estaba declarado.

El amor nos mantuvo mucho tiempo después de tener sexo. Yo no esperaba nada de él, luego sí. Después de un año lo que seguía era estar juntos, bien. Pero en la vida y en el amor se suele perder con frecuencia. Todo se rompió tan rápido que lo único que recuerdo era que yo tenía mucha prisa por olvidarlo, él igual.

Él viajó a Europa, según porque yo lo mandé (y entiendase esa frase como guste). Yo me quedé a olvidarlo viendo pasar los carros de las avenidas y los metros. Después de odiarlo un rato y perdonarlo, él volvió, pero ya no lo deseaba igual, ya no lo amaba. Por no ser grosera lo acepté, pero se dice que hay muchas formas de despedirse. La nuestra no fue la mejor y hoy de eso sólo quedan los recuerdos de una complicidad irrepetible. De una luz descalza.

jueves, 11 de abril de 2013

Nada es lo que parece


Era una invitación algo natural "ven a mi casa y trabajamos el texto de la clase juntos". Una propuesta poco común, de un hombre muy común. No hacía falta que a Zugeil le rogaran mucho, ella no estaba acostumbrada a cortejos o galanterías, su vida era práctica y los preámbulos le aburrían. Ella aceptó, pero sintió que su vagina palpitaba, un escalofrío vuelto pensamiento la asustó.

-¿A qué hora?
-Puedes llegar a las cinco

Una vez pactada el acuerdo, Rafael le tendió la mano y se despidió de ella casi sin mirarla, su corpulenta figura atravesó el pasillo que divide los salones de la pequeña universidad. Zugeil se recargo sobre una de las paredes frías a reposar su sorprendida excitación.

Al diez para las cinco Rafael se rasuraba con espuma perfumada, pasaba el rastrillo suave, pues para él su rostro era el premio mayor. Movía el rastrillo al tiempo que maldecía su pesada barba y la herencia libanesa de su padre. 
Zugeil tocó, decidió esperar, volvió a hacerlo y nadie salió a la puerta. Rafael con un dominio de sí, abrochaba los botones de una camisa a cuadros mientras Zugeil tocaba por tercera vez.
Al cabo de un rato él salió cambiado y perfumado.

-¿Vas a salir después de nuestro trabajo?--preguntó Zugeil molesta, cuando emprendía su quinto intento por tocar

Sin responder él la invito a pasar, le ofreció agua y sacó los cuadernos para comenzar a revisar el texto que tanto trabajo les costo en la clase de filosofía. 

-Me gustó que hayas llegado temprano Zu...
-¿Zu?
-¿No te gusta que te diga Zu? A mí me parece realmente lindo

Ella se encontraba encantada, Rafael le atraía desde que expuso en una clase de hermenéutica pero su aspecto siempre la intimidó, era un hombre decidido, sin duda, pero tenía un aire animalesco que le parecía exagerado y a la vez atrayente. Sin proponérselo ambos terminaron de entender el texto en dos horas. Al cabo de un par de vasos de agua de piña con vodka, con un poco más de confianza ella decidió despedirse de él con un beso en la mejilla. Por su parte Rafael rozo ligeramente uno de sus pechos mientras intentaba evitar el beso.

Con un desconcierto él abrió la puerta mientras ella miraba la suavidad de su cuello y un lunar que conectaba su cuerpo a la especie humana. Ella cerró la puerta para apurarse a morder el cuello de Rafael, éste apenas conteniendo el equilibrio de la impresión intentó aventar a Zu, mientras ella comenzaba a dejarle un pedazo de piel morada.

A Rafael no le gustaba aquella hazaña espontánea, como casi todo él, esa acción se salia de sus planes de seducción, impaciente subió su falda para quitar sus pantaletas. La suavidad de sus caderas lo prendió tanto que casi se viene. Ella había subido su blusa para enseñarle los pechos. Faltó tiempo para quitarse toda la ropa, pues Zu, excitada por la masculinidad de Rafael y su aroma a perfume no resistió y lo beso, introduciendo su lengua para jugar con la de él. Su boca mordisqueó los labios de Rafael, mientras éste tomaba su cara con ambas manos y seguía el ritmo del beso, desgarrador y exagerado.

Un rato paso hasta que ambos, agotados, soltaron sus bocas y respiraron aire, sus alientos fueron los restos de una exorbitante exploración. Húmeda, Zu se hizo bolita para recostarse sobre el pecho de él.

Un silencio los tomó desprevenidos.

domingo, 31 de marzo de 2013

Él se llamaba Fulano.

Van dos veces que lo píerdo, en la misma vida.

jueves, 7 de marzo de 2013

Probando...uno...dos...tres


Tengo en mis manos un micrófono, se llama escritura. Es un poder saber usarlo, pero es mucho más atractivo usarlo para ti, para entender-te. El arte no proviene de la felicidad y cuando escuché esa frase defendí con argumentos muy ingenuos que si, que sí se podía escribir desde ese lugar, fui ignorada duramente, finalmente yo era la que se disfrazaba de payaso triste y escribía, claramente sabía que podía existir otro lugar, menos flagelante para imaginar y crear, cuando la vida me llevó ahí, le dije a la escritura triste: "se acabó".

Después de eso las entradas en mi blog y los desfogues en mi cuaderno se fueron diluyendo, en su lugar sustituí esos encuentros tristes por colores, mandalas, descripciones de atardeceres y muchas canciones que me inspiraban a seguir por ese camino, el de la felicidad. La prisión a la que nos somete esa dicha es tan grande y frágil, que cuando llegan los huracanes, realmente es difícil recomenzar, tomar la pluma y pensar "Hoy estoy triste...muy triste".

Sin embargo algo es distinto, un toque de frescura amortigua toda esa melancolía, es la calma interna, lograda por años de construcción lo que nos impide caer hasta el fondo, no porque no exista, es simplemente que a cierta altura el vuelo sólo apunta hacia adelante y el caer ya es opcional. Francamente hoy descubro que se puede escribir desde muchos lados, por ejemplo descubro que me encuentro escribiendo desde la sinrazón, un lugar mucho más del raciocinio que del alma, ese lugar caótico de la mente que es saturada por experiencias e imágenes que chocan entre sí. La máquina descompuesta.

Cuántas veces hay que repetir, hacer, vivir al límite y trabajar, todo junto. Cuántas veces hay que lidiar con las mentiras hasta volverse un experto. Cuántas veces se debe soportar la vida de los otros, sus costumbres y manías, negociar  tu espacio en esa agobiante palabra que llaman amor. Y la vida, de pronto buscas que se detenga un poco para ordenar todo ese desastre, pero estas detenida, sujeta por tus demonios que no se fueron pero que aprendiste a calmar, como a cualquier bestia hecha oso de peluche. Ahora buscan alimento, los demonios se rebelan y de la vorágine pasas al hastío con una facilidad maestra. Ya sabes que tu nueva condición es ser loca, libre y terriblemente sola. 

Los demonios te llevan al matadero, pero tú ya sabes que no vas a morir...que indolencia.

martes, 5 de febrero de 2013

Firmamento

Un silencio

Un invierno

Unas hojas

Y la estrofa incompleta de una canción,
son un lugar.

Inacabado

Insuficiente

Irreal

Pero con colores y aromas,
de bienvenida.

Cántica

Breve

Azul

Como las cuerdas que suenan a cascada,
a espacio tibio, a reposo.