domingo, 30 de mayo de 2010

Guapa vs Guapa.

-Quiero que me adopten.

-Yo quiero ser libre.

Una de las dos debe morir, y no seré yo, bitch.

jueves, 27 de mayo de 2010

El vaso roto.

            Naturalmente a R.S

Ese día Lucía me sonrió como nunca, su gesto era grande,sincero, sus ojos eran parecidos a las flores que brillan con sus colores en primavera, tenía tiempo de no sonreirme y casi había olvidado lo bien que me sentía cuando lo hacía. Caminabamos por un lugar de mucha arena, ella me pedía que la dejara descansar, pero yo estaba apurado, no quería que nos encontraran. Me gusta mucho Lucía.

Lucía, esta noche serás mia   - le dije-

Como si le hubiera dicho una maldición ella se puso pálida y de inmediato aparto sus ojos  de mi. Seguimos avanzando y el sol empezaba a resecar su piel. Recuerdo bien que la tape del sol, la bese y ella volvió a sonreir.

Lucía, esta noche serás mia  -le volví a decir-

Atravesamos las dunas del desierto, la arena era polvo hirviendo bajo nuestros pies, ella no se detenía, caminaba detrás de mi y era hermosa con ese vestido de manta, con su velo hasta las rodillas que sólo el insensato viento movía con su aire turbio, su cuerpo, tan delgado y voluptuoso a la vez.

Lucía, esta noche serás mia  -le reiteré-

Por fin el sol dejó de alumbrar nuestro camino. A la luz de la luna paré mi andar para mirar a mi mujer detrás mío. Ahí estaba ella, hermosa, envuelta en vestidos y velos de manta para que el sol no quemara del todo su piel apiñonada. Me acerco a ella mientras pienso: primero le quitaré el velo y exhalaré el aroma de su cabello, después tomaré su mano como quién le pide permiso a la naturaleza para ser poseída, después abriré su vestido de manta para abrazar su cuerpo desnudo y por último entraré en ella, sí, ella, mia, mí Lucía. Después de haber pensado todo eso descubro que estoy frente a ella, Lucía no levanta la mirada, permanece quieta, la luz de la luna no me permite verla completa, como si  la escondiera de mí. Comienzo a quitar el velo de su cabeza, pero ella no me mira, después exhalo su aroma, ella, sigue sin mirarme, sin sentir o moverse.

¿Lucía, por qué no me miras? ¿Estás asustada? -le pregunté-

Ella levantó la mirada y yo en un arrebato de impaciencia la abracé para quitar su vestido. No podía creer lo que pasaba, su ropa al ser tocada por mí se volvía arena.

¿Pero que está pasando? -pensé- y la solté asustado. Entonces pude ver que su vestido se deshacía con el viento, sus pies se desintegraban, sus brazos caían como reloj de arena , su cabello era diamantina negra regada por el suelo y sus ojos  humo revuelto con polvo que brotaba en el aire.
¡No, Lucía, por favor no me dejes! ¡Lucíaaa! ¡Vuelve, vuelve amada!

Mis  gritos no lograron alcanzarla, no me la devolvieron, y la noche conspiró para que no pudiera encontrar ni uno de sus pedacitos en la arena, ni uno quedo de mi mujer. El brillo de su cabello andaba por ahí, iluminando el polvo opaco del desierto, mientras tanto mi desconsuelo me venció y caí sin saber de mí hasta la mañana siguiente. Con mi piel enrojecida me levanté de la arena buscando pedazos de mi mujer, sin embargo al revolver las dunas que nos rodeaban no encontré nada. No tenía intención de seguir caminando y sin embargo avance, pero no podía irme así nada más; enloquecido busque días y noches pedazos de mi mujer ¡Si por lo menos encontrara la diamantina de su cabello!

Tres días me quede tumbado hasta que una noche un brillo azulado saltó de entre la arena, me acerqué furico para ver de qué se trataba y al cabar encontré un vaso de cristal azul cielo,  un objeto hermoso, lo examiné y descubrí que estaba roto de un borde y el filo era lo que resaltaba en la oscuridad. A la mañana siguiente desperté con el vaso en mi mano. Observando bien el objeto no pude contener el llanto al darme cuenta que no era cualquier vaso, ese objeto era de mi Lucía, seguramente se le cayó y yo lo encontré ¡Pero estaba roto! Mi cuerpo estaba muy cansado, entonces comprendí que mi busqueda había terminado y lo único que me quedaba de mi mujer, era un vaso roto.

domingo, 9 de mayo de 2010

Mis mentiras, tus mentiras, nuestras mentiras.

Me gusta quedarme con las nubes que invento, sentir frio aunque el mundo sude de calor. Sin embargo ayer se fueron los gatos que ronroneaban en mi cabeza, se fue la casa que me protegía, se fue el amor que me inventé y que me esperaba para arroparme de forma romántica, se fue la luz eléctrica (porque en mi otro mundo también existe la luz eléctrica, el SME no), se fue mi pintura favorita de Remedios Varo; mi yo marica, mi yo enojona, mi yo niña, mi yo burlona, mi yo llorona, mi yo feliz, mi yo femina fatal (esa cualquiera ni se despidio). Y entonces  sentí la verdad bien cerca en medio de la oscuridad, fue tan fuerte, que la piel se me cayó.


Ya no tengo piel. No tengo mentiras para contarme. He dejado de llorar.