viernes, 6 de marzo de 2009

La insoportable levedad

El día que leí esa novela mis fibras internas resonaron como las cuerdas de una guitarra de rock, tenía música por dentro (en realidad era ruido) que en ese momento mientras avanzaba en las páginas me encerraba en mi cuarto o si era el caso que leyera en el metro me concentraba tanto que hasta me pasaba de la estación en dónde bajaba y así podía viajar sin broncas con la única finalidad de terminar tan hermoso relato. El ruido quisiera volverlo el sujeto de este post pero antes es preciso advertir mi incapacidad para determinar y ordenar tantas melodías juntas en mi cabeza que es donde se sabe se encuentra el alma.

El mundo de Kundera nada tiene que ver con el mio en apariencia, ni siquiera en plano geográfico, lo que más podríamos llegar a compartir es vivir en el mismo planeta y eso quién sabe, ignoro sí aún vive, pero continúo...El amor se vuelve irrepetible con cada persona, esa fue la lección que aprendí en aquella novela, amor/ individualismo que toma su fuerza en la más construida soledad, se puede amar en medida que el tiempo y la honestidad se conjuren y cuando ese punto llega no importa tú más profunda creencia. Se ama de una manera inteligente donde la perdida no existe, la compañía física se convierte en un estorbo, aveces el mismo cuerpo es un gran estorbo para el amor (para ese amor) .

Hace tiempo deje de consultar los horóscopos para observar mi compatibilidad, también deje en paz las lineas de las manos para darle paso a la espontaneidad del amor (un abrazo por la espalda a mi cintura, un paseo en moto, una mano fracturada etc) y porqué no, también a la maravillosa fusión de mi cuerpo con inteligencias semejantes a la mía. Después de todo es lo que puedo hacer para tratar de salvar al muy devaluado amor.

2 comentarios:

Isaac Sevchovicius dijo...

Yo leí esa novela porque en mis tiempos de chico preparatoriano estaba de moda; sin embargo me gustó demasiado.

Yo creo que si, como usted dice, sus fibras internas resonaron, entonces el mundo de Kundera tiene mucho que ver con el de usted...

Saludos

Juan Manuel Escamilla dijo...

Cuando yo la leí ya se me había pasado la hora de leerla y la leí de pura necedad, por no dejarla pasar, y no me gustó: me pareció -otro- relato lastimero de un excomunista fracasado (y para cuando lo leyó el presente excomunista fracasado ya le pillaban muy cansado los espejos). Así las cosas y todo cuando vi la peli, me gustó. Y la última vez que nos vimos no la vimos, ¿recuerdas?

Pero, ah, qué se le va a hacer a los amorosos, que andan por ahí llorando porque no salvan al amor, y es que les preocupa el amor, dice Sabines:
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

¿Será que hay que salvarlo porque está herido de muerte? ¿Se muere, como un enfermo, en la cama de un hospital? ¡Ah! ¿A quién se le ocurrió confiárselo a la humanidad?