viernes, 19 de julio de 2013

Éblouie par la nuit

Ayer leí las peroratas lastimeras que escribo en la intimidad y de verdad a veces lamento no hacer nada interesante de eso. Mucha queja, mucha, y pensé que era momento de escribir las cosas que me hacen bien. La idea de hacer un blog era dejar testimonio de aquellas aventuras geniales, de aquellas situaciones que lo dejan a uno frío o las cosas que conmueven, por eso el nombre de Insolencia, porque la idea era escribir cosas que le faltaran al respeto a usted, mi querido lector (a). Tal vez en algún momento hasta provocadoras, en lugar de eso se ha vuelto una queja lastimera de una señora que no agarra el hilo de la vida (y bueno nadie tiene el hilo de la vida) Demasiado control o autocontrol o respeto, o qué se yo. El punto es que creía que la tristeza vendía, pero ya no es negocio y parafraseando a una querida conocida "Me gusta hacer llorar al niño Dios".

Aventura genial del día:

Mirarse en unos ojos y preguntar
¿Confías en mí?
Y que la respuesta sea:
-Totalmente-

¿No parece genial?

Pues después de dos semanas de sentir que no le importas ni a tu gato y chutarte frases venenosas de gente a la que supuestamente deberías importarle, eso fue lo que ha inclinado la balanza al lado blanco de la fuerza y si aún así no parece genial, pues Wuebos.

Ahora nada más falta asaltar a alguien para que me de un abracito. Así es esto de la vida, uno tiene que curarse y hoy me cae que la sonrisa está a todo y qué gusto que sea en la noche y a solas para que nadie me la robe.

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