jueves, 11 de abril de 2013

Nada es lo que parece


Era una invitación algo natural "ven a mi casa y trabajamos el texto de la clase juntos". Una propuesta poco común, de un hombre muy común. No hacía falta que a Zugeil le rogaran mucho, ella no estaba acostumbrada a cortejos o galanterías, su vida era práctica y los preámbulos le aburrían. Ella aceptó, pero sintió que su vagina palpitaba, un escalofrío vuelto pensamiento la asustó.

-¿A qué hora?
-Puedes llegar a las cinco

Una vez pactada el acuerdo, Rafael le tendió la mano y se despidió de ella casi sin mirarla, su corpulenta figura atravesó el pasillo que divide los salones de la pequeña universidad. Zugeil se recargo sobre una de las paredes frías a reposar su sorprendida excitación.

Al diez para las cinco Rafael se rasuraba con espuma perfumada, pasaba el rastrillo suave, pues para él su rostro era el premio mayor. Movía el rastrillo al tiempo que maldecía su pesada barba y la herencia libanesa de su padre. 
Zugeil tocó, decidió esperar, volvió a hacerlo y nadie salió a la puerta. Rafael con un dominio de sí, abrochaba los botones de una camisa a cuadros mientras Zugeil tocaba por tercera vez.
Al cabo de un rato él salió cambiado y perfumado.

-¿Vas a salir después de nuestro trabajo?--preguntó Zugeil molesta, cuando emprendía su quinto intento por tocar

Sin responder él la invito a pasar, le ofreció agua y sacó los cuadernos para comenzar a revisar el texto que tanto trabajo les costo en la clase de filosofía. 

-Me gustó que hayas llegado temprano Zu...
-¿Zu?
-¿No te gusta que te diga Zu? A mí me parece realmente lindo

Ella se encontraba encantada, Rafael le atraía desde que expuso en una clase de hermenéutica pero su aspecto siempre la intimidó, era un hombre decidido, sin duda, pero tenía un aire animalesco que le parecía exagerado y a la vez atrayente. Sin proponérselo ambos terminaron de entender el texto en dos horas. Al cabo de un par de vasos de agua de piña con vodka, con un poco más de confianza ella decidió despedirse de él con un beso en la mejilla. Por su parte Rafael rozo ligeramente uno de sus pechos mientras intentaba evitar el beso.

Con un desconcierto él abrió la puerta mientras ella miraba la suavidad de su cuello y un lunar que conectaba su cuerpo a la especie humana. Ella cerró la puerta para apurarse a morder el cuello de Rafael, éste apenas conteniendo el equilibrio de la impresión intentó aventar a Zu, mientras ella comenzaba a dejarle un pedazo de piel morada.

A Rafael no le gustaba aquella hazaña espontánea, como casi todo él, esa acción se salia de sus planes de seducción, impaciente subió su falda para quitar sus pantaletas. La suavidad de sus caderas lo prendió tanto que casi se viene. Ella había subido su blusa para enseñarle los pechos. Faltó tiempo para quitarse toda la ropa, pues Zu, excitada por la masculinidad de Rafael y su aroma a perfume no resistió y lo beso, introduciendo su lengua para jugar con la de él. Su boca mordisqueó los labios de Rafael, mientras éste tomaba su cara con ambas manos y seguía el ritmo del beso, desgarrador y exagerado.

Un rato paso hasta que ambos, agotados, soltaron sus bocas y respiraron aire, sus alientos fueron los restos de una exorbitante exploración. Húmeda, Zu se hizo bolita para recostarse sobre el pecho de él.

Un silencio los tomó desprevenidos.

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