viernes, 30 de junio de 2017

Lo que prometiste.




Naturalmente para Matías E.Morales, 
mi niño, mi segundo corazón.




Este blog ha sido un anecdotario de pérdidas, de reencuentros conmigo misma, un ejercicio para aprender a escribir sin tantos artificios, de errores y aciertos, pero sobre todo de desamor. Me he caído y levantado de cada desilusión que en un momento de mi vida se volvió algo cotidiano, parte del cuadro de la desesperanza. Pero un día decidí dejar de caerme por mis relaciones fallidas, había otras cosas y otras formas de vivir, comencé a entender que yo era el amor y donde yo estuviera el amor como mi esencia iba a estar conmigo. El sufrimiento se fue, pero al crecer de ese modo sólo me estaba preparando para vivir mi presente y todo lo que eso implicara. El amor me hizo fuerte, sin embargo esto que estoy por escribir es una herida tan profunda que no tiene, ni tendrá nivel de comparación.

30 de abril 2017 4:00 a.m.

Una llamada me despertó, era el papá de mi bebé del otro lado del teléfono para decirme en frente de otra mujer que conmigo no llevaría una relación, sólo de padres. Yo llevaba 11 semanas de embarazo y él y yo teníamos escasos dos meses de conocernos. El dolor de esa llamada fue el principio de su revancha contra mí (según él, sus razones tenía). "Sólo nos pondremos de acuerdo para lo del niño, ese que posiblemente sea mío" "Es mi único compromiso contigo". El cuerpo muy sabio al entendimiento del dolor comenzó a hacer su labor. Mi bebé pequeñito hizo que mi espalda baja comenzara a agitarse, mi boca estaba seca y la saliva para poder responder o decir algo dejó de fluir. Mi vientre dolía mucho y se endureció de un minuto a otro. Los sonidos desaparecieron y empecé a sentir sólo dolor, físico y emocional. No pude hablar, corté la llamada porque no podía seguir, era demasiado dolor el que sentía, por parte del papá de mi bebé, mío y de mi cuerpo. No pude, colgué y así pasaron 10 días.

11 de mayo 2017 15:17

Apegarse a la rutina es lo más inteligente que uno puede hacer cuando se le embiste de esa forma, el 30 fui con un doctor de urgencia porque mi vientre estaba duro, saber que mi bebé estaba bien era lo único que me importó. Fui y me recetó reposo absoluto. No podía, debía trabajar, ahorrar, sacar dinero para cubrir los gastos de mi parto, de mi hijo y de aquellos imprevistos que surgieran. Me negué. Mi madre me insistió, pero entonces al ver mi estado de tristeza toda mi familia se unió. Para ese momento ya había dejado de vivir cerca de mi trabajo, había vuelto a la casa paterna, único lugar seguro pero lleno de inconvenientes para trasladarme y hacer mi vida. Vivir a 2 horas de la ciudad no es de Dios. Mi padre comenzó a llevarme al trabajo y se comprometió como un valiente a ir por mí TODOS LOS DÍAS. Nuestras vidas comenzaron a modificarse en serio, de ser una mujer independiente y con movilidad, ahora dependía de la amabilidad de mi padre para trasladarme. Mi bebé y yo comenzamos a vivir así, dependiendo de otros, pero por alguna razón pensaba que el papel que mi familia se esmeraba en cubrir a cabalidad le pertenecía sólo al papá de mi bebé. Lloraba casi todos los días hasta que le envíe mensajes por whats app. Una foto del último ultrasonido, donde mi bebé estaba bien, con su corazón latiendo. Le pedí que volviera, se negó y de nuevo me topé con un odio y desprecio a causa de sus inseguridades. Fueron 3 días a partir del 11 de mayo donde le rogué y supliqué que no nos abandonara. "Sólo debemos hacer equipo por el bebé" "No voy hacer pareja tuya NUNCA" "Seremos padres nada más". Para ese momento ya había faltado a un par de consultas médicas. Iba en serio.

17 de mayo 2017

Era una cita médica importante, mi embarazo de alto riesgo requería especial atención, así que me canalizaron a una clínica de especialidades. Ese día por fin iba a saber el estado real de mi bebé y nuestras posibilidades para llegar a buen puerto. Las mías no eran alentadoras, me habían advertido que yo podía morir en el parto o cesárea desangrada porque mi útero lleno de miomas no resistiría, o que me quedaría sin matriz "este puede ser su único hijo" me advertían los doctores, "es posible que no se vuelva a embarazar". De pronto todas las opciones se me cerraban. En la clínica de especialidades sabría la verdad. Fui sola, necesitaba escuchar el diagnóstico, si el papá del bebé no nos hubiera abandonado él hubiera estado ahí amoroso y lleno de amabilidad. Me sentí la mujer más insignificante del mundo, con una panza de un hombre que me despreciaba en un momento inadecuado por razones inadecuadas. El médico me dijo que el bebé estaba bien, pero que el pronóstico para su desarrollo no era bueno, dijo que mi útero lleno de miomas posiblemente lo expulsaría en la semana 16. "Guarda reposo y esperemos porque no debo mentirte, si el bebé se sale te puedes desangrar debido a tu estado". Otra vez el reposo, el papá debía saberlo, debía pedirle ayuda porque sola no iba a poder. Le informé lo que me dijo el doctor a través de una llamada por teléfono. "Si te vienes a quedar a mi casa yo me salgo o compro una sala para dormir ahí". Más tacto hubiera estado bien, pero no, recibí lo que él considero que merecía. Obviamente tragué saliva, la más amarga de mi vida, levanté mi dignidad y la de mi hijo para continuar trasladándome en transporte público o con mi papá. El cuerpo y el alma nunca me habían dolido tanto y tan fuerte. Mi próxima cita era para el 29 de mayo. Mientras tanto "A", mi ex novio me ofrecía su casa como una muestra de respeto, amor y entendimiento al momento que estaba pasando.

29 de mayo 2017 15:00

Fui a la clínica para un ultrasonido de valoración, desde que llegué comencé a ver a las mujeres con sus panzas, acompañadas de sus novios o maridos, era como una tarde de parejas embarazadas. No me gustó nada el ambiente, estaba percibiendo de más esa ausencia que en mi estado normal hubiera olvidado en una semana. El papá de mi bebé me trató como una cualquiera y redujo todo nuestro cariño a una aventura casual, entonces ¿lo extrañaba yo o mi niño? No paraba de tener un nudo en la garganta. Al llegar al ultrasonido nadie lo iba a realizar; un médico residente reprogramó la cita. Con mis pocas semanas no era tan urgente. Me enojé, salí emputada porque si era urgente para mí, caminé un pedazo de Río Magdalena hasta que encontré una fonda donde comer. Al llegar pedí el menú y luego comencé a llorar, no paraba de hacerlo. Para ese momento mi único amigo y escucha era "A". Mediante mensaje le dije ¿Imagina que eres mujer, que sólo puedes tener un hijo y que lo vas a tener de alguien que te desprecia? -Uf- me respondió, "si necesitas algo aquí estoy". Me negué, debía volver al trabajo y así fue. A las seis ya de vuelta en la oficina comencé a sentir un flujo abundante, era sangre. Me asusté y el único que se me vino a la mente era al papá de mi bebé, lo necesitaba, pero él no iba a ir por mí si no le decía primero que tenía, ya que estaba en una junta y para zafarse debía ser algo "importante". Estoy sangrando, le dije. Con renuencias llegó a mi trabajo. Fue estúpido pedirle ayuda porque él se fue por su lado en su bici y yo por el mío en un taxi. Estaba asustada y colapsada emocionalmente, pero al menos él estaba ahí.

Un arranque mío en urgencias terminó de agotar su poca paciencia, le grité, lo aventé contra una pared y lloré como niña abandonada, mientras lo abofeteaba y le preguntaba "¿Por qué nos abandonaste?" Justo en ese momento entendí que la sangre no era producto de mi estado físico, sino emocional (los expertos en medicina dirán que fue mi propio cuerpo el que no resistió). Él estaba ahí, pero despreciándome con toda su energía, ni un cariño de su parte recibí, sólo escuetos mensajes por whats app "Todo estará bien" "Debemos tener fe" "Ni tú ni yo estaremos solos, siempre estará nuestra hija". Lo que quería era que se fuera ¿Para qué le llamé? me pregunté, ¿Para qué estaba ahí? Fue un error mío en dónde yo salí más perjudicada por buscar su ayuda en medio de un proceso de revancha y desprecio que él decidió tener hacia mí. La cagué.


El 31 de mayo me dijo que el episodio de urgencias había sido muy desagradable para él (¡Claro! sólo para él) y que debido a mi estado dejaría de enviarme mensajes porque él siempre buscaba la forma de ayudarme pero yo era "la que no podía estar con él". Entre todas las cosas que me dijo era que esperaba que yo me recuperara pronto, que él me deseaba lo mejor, pero que "no me quería más". Según él yo era una mentirosa, una irresponsable, pero sobre todo una persona en la que no confiaba y que de los dos meses que duramos al tercero se le acabó el amor por mí. En el hospital me llenaron de medicina, de sueros, piquetes y todo sucedía mientras él me dejaba claro "Te amé, pero ese sentimiento no regresará NUNCA". Me dejó claro que hiciéramos "equipo como padres" y era todo lo que me ofrecía, era mi decisión aceptarlo o no.  "Pásame un plan para asistirte de manera clínica por mi hijo".  Mi cuerpo, mente y corazón no podían soportar más porque si no aceptaba "Iba a ver un juez que nos dictara a él y a mí lo que debíamos hacer", así que luego de unas cachetadas por parte de las enfermeras envié unos mensajes simplones, suplicantes y vacíos. No hacía más que intentar explicar lo que venía sintiendo sobre la necesidad de que su AMOR nos envolviera a mí y a mi bebé. Lo necesitábamos, pero él ya no estaba ahí.

12 días después...

Entraba y salía del hospital, ese fue mi ciclo durante junio. En mis entradas y salidas conocí a la vigilante, tuve 6 compañeras de cuarto, todas con historias de desprecio, que en apariencia contaban victoriosas, sin embargo siempre había una cesárea que no cerraba, niños flaquitos, con anemia, infecciones o prematuros. El desprecio y rechazo a una mujer embarazada en apariencia no afecta, una puede soportarlo y sobrevivir, incluso llevar a buen puerto el nacimiento del bebé, pero esos 21 días en el hospital me abrieron los ojos para ver que en esas circunstancias el desprecio es por partida doble, a la madre y al bebé. A una de mis compañeras le tuvieron que volver a abrir su herida para intentar ponerle puntos otra vez, otra de ellas tuvo una infección vaginal en su etapa final de embarazo, su bebé nació prematuro y casi se ahoga. Otra de ellas había sufrido un aborto a los 8 meses de embarazo, su niño nació muerto. En apariencia no afecta pero las consecuencias de soltar a quemaropa un "No te quiero" "Muérete con todo y el niño" o "Tú mataste a mi bebé" para mí se volvían cada vez más evidentes. Yo vivía estresada porque el papá del niño sutilmente me amenazaba con reconocerlo mediante una prueba de paternidad, hacer valer "sus derechos", pensaba que tendría que involucrarme en una pelea desgastante, además de tener que compartir a mi hijo con alguien que sólo nos hacía daño y buscaba las formas posibles de seguir haciéndolo. Nos despreciaba y dudó de nosotros. Nada que hacer.

12 de junio...

Eran las 19:00 hrs. y el sangrado empeoró, pasé de no tener más que un flujo café a una abundante menstruación, un ultrasonido lo confirmó, mi bebé estaba naciendo, no había nada que los médicos pudieran hacer, la fuente se había roto y una de sus piernitas estaba en mi canal vaginal. Era cuestión de horas para que todo su cuerpo saliera. Entré en estado de shock, me llevaron a una sala de emergencias dentro de emergencias, ya no estaba en piso y me explicaron que oficialmente había entrado en labor de parto. El dolor iba a ir en aumento hasta que mi bebé naciera.

Fueron cinco horas donde llené sábanas y sábanas de sangre mientras mi vientre se retorcía de dolor, la sala era fría con sus luces pálidas. Fueron horas donde sentí a mi bebé morir, como el amor de su padre hacia nosotros (suena increíble, pero sí). El dolor me hizo gritarles a los doctores que me dieran anestesia. De pronto me vi con un catéter a media espalda, mientras el anestesiólogo me introducía una dolorosa aguja entre las vertebras.

12:30

Bebé nació manoteando, luchó hasta el final pero murió porque eran tan chiquito que no pudo respirar. Lo envolvieron mientras nos llevaban a quirófano. Les pedí a los doctores que me lo dieran, quería ver su cuerpecito. Los médicos lo pusieron a mi lado, no podía dejar de mirarlo. Con los trapitos limpié la sangre de su piernita; mi bebé era hermoso y se parecía a su papá. La forma de su cara, la nariz, sus manos, sus pies, era un bebé formado, grande para sus semanas y sumamente hermoso, su sexo ya estaba definido, iba a ser niño. Con esa imagen en mi cabeza abracé a mi fetito bebé y lamenté mucho más que su papá dudara de mí, de nosotros. Los doctores me lo arrebataron mientras una enfermera me inyectaba otra anestesia y me decía "Te va a dar sueño". Y así fue.

Cuando desperté estaba en piso y lloré, como nunca lo había hecho, lloré con dientes, ojos, piernas, brazos, corazón y con cada parte de mí. Me tapé la boca con la sábana y grité de dolor, todo lo que pude. En los dos días posteriores me dispuse (medio muerta, medio viva) a resolver las diligencias de mi bebé, desde la cama del hospital coordiné que mis papás recogieran su cuerpo, en conseguir una funeraria, pagar, en levantar el acta de defunción, el certificado médico y todo lo correspondiente. A las tres de la tarde pude salí del hospital para despedir a mi niño, mi familia y yo fuimos directo a la funeraria.

15 de junio 16:00

Recibí las cenizas de Matías. No podían salirme más lágrimas pero mi cuerpo y mente entraron en un estado de profundo vacío y silencio. Yo había muerto con mi bebé, aunque estuviera ahí mirando su cajita. Ese 15 de junio nos incineraron a los dos.

La que escribe no es la mujer que desde 2008 redactó textos en este blog, una parte de mi corazón y mi vida se fueron con Mati, todo es un profundo sinsentido desde ese día. El papá del bebé en uno de sus muchos audios de whats app me decía que yo a él lo iba a superar, eso qué ni qué. No necesitaba educarme en obviedades. Las letras de este blog son un claro ejemplo de ello, sufro, sí, pero al final una chela, drogas, una fiesta loca y coger liberan cualquier dolor de una relación fallida (si es que alguna vez la hubo entre él y yo). Sin embargo lo que siempre intuí entre nosotros era una conexión divina, de esas que ocurren y ya, luego llegó nuestro bebé. Para mí el mensaje era claro. Un "algo" me indicaba al menos a mí que él era la persona y que yo era para él, aunque las circunstancias no nos favorecieran luchaba por ordenar mi pensamiento, corazón y vida, todo era cuestión de tiempo para que mejorara. Obvio para él no.

Toda esa energía divina me dio la espalda, por eso lloro, no por él, todo se destruyó rápido y con mucho dolor, eso es lo que siento y por supuesto la ausencia de mi Matías. Por lo demás sigo aquí, sin consuelo, sin fiestas locas, drogas o chelas. Nada, absolutamente nada me consuela, estoy sola pero viviendo este dolor con todo el amor y dignidad posible. Los médicos dicen que mi cuerpo físico se recuperará en un año, los psicólogos intentan darme consuelo, pero mi alma me dice que no es por ahí. Pienso que el dolor que le pude causar al papá de mi bebé quedó completamente cobrado y hasta con intereses. Por mi parte no podré olvidar su abandono y el lugar en el que decidió colocarnos, creo que sin nosotros será libre de tener las dos hijas que siempre quiso, su relación de pareja y todo eso que le importaba, amor, quién sabe.

Mañana 1 de julio de 2017 suena como un buen día para empezar otra vez y pedirle a la energía divina que no tarde en regresar a mí, le hablo a Mati y le pido que vuelva, con otro cuerpo y otros ojos, pero que regrese. Pienso que si sigo viva es por algo, o tal vez sea cuestión de tiempo para irme también, porque las heridas que deja la muerte son imborrables.

Por lo pronto de este 2017 si me voy, y de este blog también.

Atte.

La Guapa firmante.



















jueves, 7 de enero de 2016

Alaridos nivel: ¡Quiero una beca!


Una gran confusión de pensamientos me impide comenzar este texto de forma grandiosa, como uno de esos párrafos que desde las primeras lineas desarman al lector. Bueno, les aviso, de eso no hay aquí, es un blog y lo expreso sin menosprecio. Lo aseguro por que sé que aveces se encuentran cosas muy buenas y otras no tanto. Si quieren grandes aventuras llenas de cocaína, sicarios, mujeres y sexo lean a Carlos Velázquez

De lo que sí escribiré sin artificios literarios es sobre ciertos bochornos nocturnos que me dan, he ido al doctor y me ha dicho que no es grave, pero desde hace seis meses me despierto a las tres de la mañana pensando que algo está jodiéndose en mi cuerpo, tengo fuertes dolores de nalgas, rodillas y espalda, dolores que repercuten en mi concentración (no, no es cierto, nunca he sido muy concentrada, pero sí duele mucho) creo que ahora sí me estoy volviendo loca, discretamente lo deseaba pero no creí que volverse loca estuviera acompañado de bochornos, insomnio y dolores.

Platiqué con un amigo y me aseguró que dejando mi trabajo volvería a ser la chica natural, sonriente y medio nalgona de siempre. Francamente pensé que su opinión no servía de nada, pero platicando mis penas con mucha ligereza me encontré que varios amigos y conocidos tenían el mismo mal. Nayeli, una amiga que trabajó medio año gratis y otro medio en proyectos, me comentó que incluso hay casos peores "a mí, por ejemplo, se me caía el cabello, me lo tocaba y salían mechones", dijo aliviada de esa etapa en la puerta del elevador que la deja en la oficina de su muy remunerado trabajo. Nayeli también me aseguró que era por mi trabajo y que el único remedio posible era chuparle una teta al Estado, o sea, conseguir una beca o renunciar.

Gabriel R, quien formó parte de las filas laborales dentro de un equipo editorial y que luego fue becado por escribir un cuento, también me contó que desde que tiene su beca del FONCA sus pedos huelen a rosa. Otros amigos menos bendecidos por el Estado cuentan con el apoyo incondicional de sus padres clase-medieros no sufren de insomnio y bochornos nocturnos, por el contrario todo el tiempo sus ropas huelen a limpio, caminan pensando en sus próximos proyectos y haciendo como que buscan colocarse en algún puesto de trabajo que respete el tan bendecido lunes a viernes.

La idea de la beca suena delicioso, no trabajar y vivir de lo que puedes chuparle a las instituciones, con sólo pensarlo me está dando sueño, debe ser buen augurio.
Buscaré la beca que mejor me acomode porque trabajar diez horas de lunes a domingo no es de Dios y si no puedo obtener una beca cambiaré de amigos porque la verdad es mucha pinche pretensión y para empezar voy a bloquear sus notificaciones en Facebook, la envidia no es buena consejera y puedo terminar siendo la sierra eléctrica de la foto traspasando la puerta.


domingo, 26 de julio de 2015

Demencia Kafkiana

Desde hace un par de meses, a las diez de la mañana se escucha como rascan el techo de mi departamento, tiran cosas, caminan, vuelven a tirar cosas y rascan. Sabiendo que no era común y tampoco humano poco a poco descubrí que mis vecinos habían adoptado una mascota. El animal sin rostro y sin forma para mí camina abandonado por el departamento de mis vecinos. Algunas mañanas aúlla con demencia. Fue cuando sospeché que era un animal grande, deduje que su raza era parecida a la de un lobito. 

Auuuuuu, auuuuu, se escucha al menos tres veces por semana. Debido al escándalo comencé a poner atención a mis vecinos, sus rostros y sus formas me desagradan. Sé que le gritan al perro ¡Cállate! ¿Por qué hiciste eso? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Ah, eso no se muerde! ¡Bájate! Su desesperación con el animal los ha vuelto descuidados y casi no lo sacan a pasear, los ruidos en su departamento incrementan todos los días. A veces hay silencios y es cuando pienso que lo mataron o se lo comieron. Antes de la mascota era un niño, hijo de mi vecino veiteañero, se escuchaban los mismos gritos ¡Cállate! ¿Por qué hiciste eso? ¡No! ¡No! ¡No! ¡Eso no se muerde! ¡Bájate! El niño y la mamá terminaron por mudarse del lugar.


El perro resultó ser hembra, una lobita que no distingue el día de la noche. Una vez iba entrando a mi edificio y por primera vez (luego de muchos meses) la vi, es un animal blanco, grande y me miraba entrar por el patio, le tomé una foto para demandar a mis vecinos por maltrato. Desistí. Los lunes en el edificio las personas se levantan a las seis de la mañana, abren sus regaderas, encienden sus coches, azotan sus puertas, se dan los buenos días "Si, que tenga buen día" "Gracias" "Ya me voy a darle". Abren el zahúan y se van. Entre once y cinco de la tarde solo estamos en el edificio la perrita y yo, cada una en su lugar. Ella rasca el techo de mi departamento (su suelo), los días son una rutina donde descubro que encuentra mejores formas de distraerse que yo. He notado como mira por su ventana, yo prefiero cerrarla. Un día se me ocurrio hacer ruidos, tomé la escoba y le pegue a mi techo -pinche demencia- pensé. El animal no respondió. Otro día que no había nadie en el edificio salí en pijama al patio y le aventé cosas en la ventana con la esperanza de que se asomara, no pasó nada. Mis intentos por contactarla son inútiles, tal vez está conforme con estar encerrada y no quiere ser molestada. Creo, en eso nos parecemos.

Me he propuesto escribir un anecdotario de sus pisadas, su crecimiento, su encierro, pero desisto, nuestro contacto es por el techo de mi casa y prefiero que siga así, a mí también me harta su encierro. Yo por lo menos busco trabajo, veo la tele, bebo, ando desnuda por la casa, escucho música. Vaya, tengo motivos para no salir, ella que siga con sus ruidos, con suerte un día logre escapar.






 

 

sábado, 27 de junio de 2015

Poblada a fuerza


Tlalpan 2015


En la esquina de Xola y Tlalpan hay una rata muerta, el animal está entre dos puestos ambulantes de comida, al lado de una coladera, aplastada como una cucaracha, deforme, la sangre ya está seca. Su proceso de putrefacción todavía no lo convierte en algo apestoso que buscas por instinto por el mal olor. La gente pasa para tomar el microbús que hace base en la esquina, brincan al animal. El suelo de la avenida donde espera la gente está humedo, los puestos ambulantes se esmeran en limpiar su zona de trabajo, pero el agua mugrosa antes de llegar a las coladeras inundadas de basura se desvían por los mil baches y queda estancada. Nadie se mira con nadie mientras se espera el micro, pero cuando éste llega, los transeúntes corren para buscar la unidad y el mejor asiento.

Abordar el microbús es alejarse del ruido del palpitar vehicular y toparse con una congestión arterial. La señora que aborda con dificultad la unidad, sosteniendose de los tubos del micro y apoyandose en su bastón le pregunta al chofer qué día es, el hombre responde que es 11. La señora le responde "yo pensé que era quincena" y el chof le dice que sobre Tlalpan todos los días son quincena.

En las paradas y casi en cada dos esquinas se ve en el recorrido que el paisaje es iluminado por una sexy chica vestida de minifalda, con escotes prominentes tanto de pecho como de espalda, tacones de colores chillantes, algunos pasajeros hombres ni las miran, como si con ello buscaran distinguirse de los mirones penetrantes sin prejuicio que las miran y las buscan. Por las noches es común ver a hombres travestidos, de boluptuosas tetas, nalgas firmes y piernas varoniles enfundadas en tacones de plataforma. Se corre el rumor que ellos/ellas tienen más exito con los clientes. Las prostitutas se camuflajean en el paisaje, sin esas minifaldas y tacones serían lindas muchachas que pasean a sus perros en pans, viendo como cagan los pasos desnivel que son los subterranos de Tlalpan, poblados en su mayoría por personas de la tercera edad, con localitos casi improvisados, peluquerías, reparaciones electrónicas, tienditas de dulces. Todo eso en contraste con los bancos y el Wal-Mart, tiendas que atraen a los clasemedieros aledaños, a los habitantes de esos condominios estrátosfericos recién construídos sobre la avenida y alrededores.

Además de los edificios está el metro, donde pequeñas olas de personas salen cada cuando, caminan sobre la avenida godinez, obreros, estudiantes, médicos, músicos y hipster, cada uno dispersandose entre las calles, comiendo un pan, papás, tacos, de nuevo esperando el micro. Las mujeres cuidan sus bolsas porque no saben quién sale del metro y desconfían de cualquiera que vaya detrás de ellas, con tez morena y mochilas guangas. De nuevo brincan las ratas muertas de las calles e ignoran los malos olores de las coladeras.

viernes, 26 de junio de 2015

Oda a la pobreza

I

De largo cabello negro que le cuelga más abajo de los hombros una chica de anchas caderas, tetas medianas y un diminuto bikini sonríe genuinamente al mismo tiempo que aproximadamente 20 sujetos la tocan. Unas manos le aprietan los pezones, mientras, otras recorren su obligo y otras ya la despojan del sostén para dejarla en topless. Ella no deja de sonreír y los hombres sonríen con ella, le toman fotos, se ven gozosos y ese momento queda capturado en una foto que llega a mis manos. La chica de la foto se ve feliz.

II

Por los pasillos de una universidad se escucha una discusión. Los curiosos se asoman porque los tonos de voz son enérgicos. Una pareja de novios está en el focejeo y él le suelta a ella una bofetada. Uno de los profesores mirones corre y los separa, reprenden al sujeto mientras otros convencen a la novia de que debe alejarse. El abofeteador reta al profesor, lo avienta y evita con rabia cualquier tipo de contacto. Ya hay un tumulto alrededor del escándalo y el abofeteador no cede en su violencia, la busca a ella en medio de todas las personas que se interponen entre ambos, el abofeteador escupe, patea, el profesor no puede solo con su fuerza y más gente se pone de muro humano para separarlo de la novia. El abofeteador, cansado, decide parar la bronca. Los muros humanos le piden al únisono que debe irse y que debe devolverle a la novia sus cosas. En un descuido y mientras se preparaba a ser acompañado a la puerta de la universidad, baja su brageta y orina la mochila de la novia que había quedado botada durante la discusión. Su disculpa fue "esque la estoy educando".

III

Encerrada en una oficina una mujer trabaja haciendo facturas y atendiendo a los clientes. Desde su primera semana en el trabajo vio a un hombre que le agradaba, era un tipo moreno, medio alto, pelón y con un cuerpo de modelo, marcado de brazos, piernas y abdomen. Ella comenzó a buscarlo para hacerse notar y muy pronto él la invitó a comer. La relación fue prosperando hasta que en medio de una borrachera loca terminaron cogiendo. Ella se enamoró, él no.






jueves, 11 de junio de 2015

Tras el rastro

Vuelvo a este blog con ansia de reencontrarme las letras que me motivaron por el lejano año 2008 a abrir el blog. Ante el inminente paso del tiempo y sabiendo que me voy a encontrar, abro y cierro esta pestaña. Pongo música, la quito. Miro las ventanas de mi casa porque hoy, después de mucho tiempo sin que se anunciara una nube, va a llover. Me quito los zapatos, voy descalza a la cocina y me sirvo agua. Vuelvo a la pantalla de la computadora, fatigada de postergar mi búsqueda; inicio. Tal como imaginaba, con cada nombre tecleado en la barra de búsqueda de Google, aparece una ventana en la que se lee: "el enlace que busca no existe".

Para consolarme me digo que tal vez cambiaron de nombre o que se mudaron de sitio, entonces reintento la búsqueda. Llevo tres días intentando localizar a aquellos blogs y autores que me aportaron renglones, palabras, párrafos humanos y verdaderos; no están. Me niego a pensar en lo efímero de la escritura en un blog, vuelvo a mis diálogos y me digo que toda escritura es efimera; neceo, pero los hechos me lo confirman. Luego de tres días los autores que seguía dentro de los blogs se han ido, algunos cerraron sus blogs, otros sólo lo abandonaron, dejando detrás de ellos un rastro del que (ahora a la distancia) rescato frases, a veces, nada.

Siempre me he considerado pésima para entender el nudo de emociones que me cargo, de madurarlas ni se diga; es por ello que en aquellas aproximaciones me entendía a través de los blogueros, sabía que acertaban al describir sus experiencias, me sentía acompañada, pero también había cierto valor literario dentro de sus declaraciones, la naturalidad de los lenguajes, pero sobre todo saber que se escribían de primera mano, es decir, aquí y ahora en el tiempo. Muchas veces recorrían los mismos caminos que yo en el metro, se paraban a mirar la misma lluvia que yo, pero desde otro lugar, con otras personas. Se encolerizaban cuando algo les salía mal, lloraban, se acobardaban de escribirlo así nada más, entonces te narraban el llanto, lo hacían video, imágen, y así pasaba una semana, un mes y ya estaban listos para escribir otra vez.

Después de tres días y esta última búsqueda me convenzo "los blogs son efímeros y su escritura también". Lo rescatable de esa experiencia puede ser la plasticidad de la vida, el cómo avanza y el cómo los autores decidieron avanzar sin dejar su rastro, otros sencillamente apagaron la luz y otros ni siquiera se despidieron, aunque la mayoría era así, indecentes, rebeldes, oscuros; narrando desde quién sabe qué lugar, que parecía ser el tuyo (el mío), demostrando que pertenecían a la conexión inexplicable de la vida y por supuesto a la de internet y la moda de los blogspot.

Razones puede haber muchas: la invasión de la publicidad dejando comentarios, gente ofreciendo sus servicios, enlaces frivolos, nadie contribuyendo a las discusiones, a las letras, el mito de escribir en un blog porque eso te da chamba, como fulana, y entonces a escribir, no importa qué, a darle porque sí y ya, porque se vale escribir sobre moda, pasteles, eventos de boda, comida. A partir de 2010 u 2011 la gente emigró a otras plataformas, Facebook llegaba a acumular la mayor cantidad de usuarios, varios bloguers aún resistieron un poco más, dos años, y después se casaron, se graduaron, se mudaron, se perdieron.

No hay más, sólo evocar o reemplazar esos blogs por otros, como suele pasar. Parece que inflo la historia de los que por aquí escribían, no tengo testimonio de ellos, parece como si lo hubiera inventado.

miércoles, 9 de julio de 2014

De conceptos abstractos

La fuerza del perdón siempre me ha perecido una energía muy confusa, una de las cosas que más me cuesta ejecutar y poner en practica. Hace algún tiempo debatía sobre el perdón y lo hice de forma tan torpe que aún debo una argumentación fundamentada. Deuda que crece y no pagaré.

Mientras intento definir el perdón, su fuerza me avasalla, no puedo detenerlo y se coloca ahí para que lo tome.No puedo, no ahora.

Así me voy convirtiendo en lo que nunca quise ser: mi espalda se encorva, la frescura se agota, la vida en pareja se vuelve una asquerosa rutina, las infidelidades aparecen, los ronquidos desentonan en las noches de lluvia, el dinero se torna tema de conversación, el polvo, la misma ropa, su tuiter, mi facebook, los gritos, la flojera de abrazarlo por las noches, la inmensa verguenza de reconocerme en público, las mujeres, (mis) los celos, su indiferencia, mi vacío, su hartazgo, mi vacío, mi vacío, mi vacío...

Ahí está el perdón, el concepto más abstracto que conozco...¿y luego?