viernes, 18 de marzo de 2011

Australia viaje en autobús.

Como un extravio se aparece el Opera House de Sydney, un traslado inevitable a esa parte del mundo, sin maletas. Otro traslado inevitable fue a una calle de Australia, la que quiera, la que se imagine su cabeza, puede ser incluso la calle de su casa o pueblo, sólo piense en una calle, la única diferencia es que esa calle es Australia y además en la calle hay puros edificios, condominios para ser exacta. Camine con temor, encuentre la primer puerta abierta y entre, despúes suba las escaleras y llegue al primer piso del edificio ¿Qué ve? A pues creo poder adivinar, una serie de puertas todas parecidas. Tocando una puerta el miedo se hace más grande ¿quién me abrirá? ¿hablará el mismo idioma? ¿Yo podré preguntarle cosas y podre explicarle que estoy extraviada y sin dinero? La puerta se abre y después palabras inentendibles, sensaciones extrañas, de todos modos existen más puertas.

Al concluír el último piso una muchacha de tez morena abre su puerta hablando español. Soy Fulana y sé quién eres, Fulano me habló de ti. Hoy duermes aquí.
Entonces la magia de los desconocidos es posible, después una larga y prolongada fiesta en un salón, de nuevo más desconocidos, un chico marroquí, una persona de Francia, una niña española y mucha gente más. Ahora entiendo todo, entiendo todo--pensaba para mis adentros.

De cierta forma encontrarme extraviada en Australia ya lo había vivido.




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