El ocio, la madre de todos los vicios.

La campanita sonaba como todas las mañanas, pero esta vez mamá no estaba para tirar la basura, mi hermano dormido ni se inmuta por el ruido. Yo tampoco. De pronto recuerdo que un día antes junto a la escalera el bote estaba repleto, los desperdicios eran caldo de procreación para las moscas y el sol con sus rayos fermentaba la basura para desprender de ella un aroma de putrefacción, sí, es hora de salir con valor y tirar la basura.

Un pans, una playera y una diara son lo necesario para salir dignamente a la calle sin ser mal vista, las sandalias no pueden faltar.

Tomo la basura casi sin ver pues el asco y el hedor son insoportables, abro la puerta de la calle.

-¡Voy! No te vayas burrito, eyyy, espera...

Salgo corriendo y entonces ahí esta, la revelación matutina, jeans a punto de deshacerse, piel renegrida por el sol, sudadera gris, gorra para disimular los cabellos necios, y la cara más común del mundo. El hombre estaba sexy, ¡el tipo que recoge la basura estaba SEXY!

Le doy mi bolsa y corro por lo que me falta, le doy más y más bolsas, luego su propinucha.

Entro a mi casa y desde la ventana observo como acomoda su carrito y me imagino ahí, al lado de él, haciendo ruidos al burrito tchuuu! tchuuu! Andelé...
Me rio y vuelvo a mi cuarto a dormir, ya necesito volver a la escuela.