Un brindis.
Estoy a punto de levantar mi copa y escuchar el discurso de mi familia para después decir ¡Salud! Mientras tanto mi hermano no pierde la oportunidad de azotarme una puerta en la cara y todas las puertas que encuentre de aquí en adelante. Estos instantes que vertiginosamente cambian de un momento a otro se llaman navidad. La navidad plástica en dónde los medios suelen amaestrar nuestra mente con toscos comerciales que cambian del odio consumista a la reconciliación del mundo y la unión familiar (o sea, consumir en grupo). Sin alternativa alguna y meditando profundamente acerca de lo que todos los años sucede en estas fechas entré en una especie de parálisis cerebral por no encontrar un momento adecuado para escribir, esta fragmentación de la que hablo puede ser en mi caso consecuencia de una mente incapaz de desechar las imágenes recolectadas a lo largo de este periodo de estudio y de asueto que se acumulan hasta apelmazarse y, finalmente bloquearme. Sin embargo mi incapacidad para esc...