El fluir de las cosas
Hola, soy la novia de Víctor -dijo ella mientras me pedía toda entusiasmada un café al otro lado del mostrador-Orale, buena onda... ¿qué café quieres que te prepare? Esa fue toda mi respuesta y sin embargo ante semejante declaración yo por primera vez tenía mi pulso firme, la mirada erguida y todo mi ser en su lugar. No es que no me importará que aquel muchacho guapo que iluminaba la cafetería con su manita rota y su sonrisa llena de ternura tuviera novia, son los sentimientos de tomar un respiro a tan encantadora seducción lo que hizo una reacción de tranquilidad. Hace algún tiempo lo hubiera perseguido y le habría dicho lo maravilloso que era para después tener sexo en su apartamento con la esperanza de que terminara convencido que yo era la mujer de su vida y todo habría sido inútil, yo tenía que entender de alguna manera que perseguir a alguien es la más absurda de las obsesiones porque al final del día, se irán. Todos y cada uno de mis amantes me hizo necesitarlos, cada uno de ell...